Vamos a seguir presentándoos más cuadros de la colección Escenas de Belfast de Harv. Y más historias para no dormir. Cada rincón de esta ciudad guarda una curiosa anécdota del pintor y cantante. Una de estas obras en concreto, la que representa el Este de Belfast está relacionada con algo que ocurrió hace ya unos cuantos años y que creo que va a sorprender a más de uno.
Como ya hemos contado
en alguna otra ocasión, Harv comenzó a dibujar reproduciendo los personajes de
los cómics de terror que le gustaban como Vampirella, Creepy, Eerie o Famous
Monsters of Filmland. Descubrir a genios del lápiz como Boris Vallejo, Frank
Frazetta y Ken Kelly le hizo querer reproducir sus personajes y de este modo
comenzó a dibujar hasta convertirse en el magnífico artista que es hoy en día. De
tanto dibujar estos personajes se fue aficionando más y más a los comics y
empezó a coleccionarlos. Por aquel entonces, estamos hablando del año 1976, existía
en el centro de Belfast una misteriosa y oscura librería llamada Harry Hall situada
en el Smithfield Market, donde los sábados por la mañana se podían encontrar
rarezas para coleccionistas y en particular cómics. Harv se aficionó a
frecuentar la librería en cuestión en busca de joyas escondidas y una mañana
descubrió una caja con unos cómics procedentes de América que aparentemente
habían sido descatalogados hacía mucho tiempo. Cuando Harv se interesó por el
origen de estos cómics Harry Hall, el dueño de la librería del mismo nombre le
contó que en un barco procedente de Nueva York que llevaba maquinaria para
granja alguien había introducido estas cajas de cómics en el barco como lastre,
para equilibrar el peso de la maquinaria dentro del barco. La procedencia de
los cómics era desconocida, pero de alguna manera habían llegado hasta una
tienda de cómics en O´Connell Street en Dublín, donde Harry Hall se los había comprado al
dueño.
La vida dio muchas vueltas
y la afición a los cómics fue dejada de lado por la afición a la música, pero
un buen día Harv decidió retomar su colección. De modo que veinte
años después, en 1996, Harv volvió a la tienda de cómics pero se encontró con
que ahora era otro tipo de negocio, y el hijo del anterior dueño que era quien
allí estaba le dijo que su padre al liquidar le había vendido todos los cómics
de la tienda a un hombre que vivía en una cierta dirección del Este de Belfast.
Allí se fue Harv ni corto ni perezoso a la dirección que le habían dado. Se encontró con una casa completamente tapiada, las ventanas y la puerta tapiadas con
ladrillos, allí evidentemente no vivía nadie. Colindante con la casa había una
tienda y en ella se metió Harv a preguntar sobre el vecino de la casa tapiada. La
dueña de la tienda le contó que efectivamente el dueño de la vivienda había
muerto hacía muchos años, pero que no tenía familia y ellos nunca habían visto
que tras su muerte nadie sacara ningún objeto de la casa. También le
confirmaron que el hombre había tenido una gran colección de cómics, pues ellos
mismos le habían comprado algunos para vender en la tienda.
Los ojos de Harv se
iluminaron, pensando “no le hago ningún daño a nadie entrando en esa casa y
echando un vistazo, pues debe encerrar unas colecciones de cómics de valor incalculable
si el fallecido compró todo lo que había en la antigua librería”.
Solamente los
coleccionistas entenderán lo que estoy aquí explicando; cómo una pieza perdida,
algo de valor relacionado con lo que coleccionas puede llevarte a perder el
sentido y cegarte por conseguirlo, cómo puede llegar a ser una verdadera
obsesión.
Durante días sin fin Harv
estuvo pensando en la casa tapiada y en la cantidad de cómics (para él tesoros) que
debía esconder. Se pasó noches sin pegar ojo pensando en aquella casa, se
paseaba por debajo de las ventanas pensando en una forma de entrar. Y repentinamente,
a las 11 de la mañana de un día en el que no paraba de llover como si se fuera
a acabar el mundo, Harv se dirigió a la casa tapiada armado con un
destornillador y un par de alicates. Se coló por el patio trasero de la casa y
tanteó el muro de ladrillo. Se dio cuenta de que el cemento estaba un poco
suelto y si lo rascaba con el destornillador podría ir soltando algún ladrillo.
Tenía que utilizar estas herramientas de trabajo silenciosas porque eran las 11
de la mañana y los dueños de la tienda de al lado podrían oírle. Como si se
tratara del mismísimo Tim Robbins en “Cadena Perpetua”, rascando en la pared con
una cucharilla durante años hasta cavar un túnel que le hiciera escapar de la
cárcel, Harv se puso manos a la obra con el destornillador, soltando el cemento
poco a poco, sacando un ladrillo, luego otro y otro. Mientras tanto no paraba
de llover como solamente sabe llover en Belfast y empapado, alerta a cualquier
ruido por si acaso le descubrían los de la tienda que estaba pegada pared con
pared a la casa y muy poco a poco, tardó dos horas en quitar el primer ladrillo
y siete horas después Harv había logrado abrir un agujero en el muro por el que
podía pasar un cuerpo humano.
Con medio cuerpo dentro
del muro se encontró con un panel de madera y tanteándolo se dio cuenta de que
se movía y empapado, cansado y sobre todo nervioso porque ya llegaba el momento
de meterse en aquella casa abandonada a explorar las maravillas que probablemente
escondía, empujó el panel de madera. Fue empujándolo con cuidado, poco a poco…pero una sensación rara le recorrió el cuerpo. ¿Cómo podía moverse aquello tan fácilmente? Cuando ya lo
había empujado bastante hacia el interior de la casa, metió la cabeza y los
hombros por el agujero y al mirar hacia arriba vio sobre el panel de madera
unas tarjetas de felicitación de cumpleaños y un poco más allá unas botellas de
coca cola y unos paquetes de tabaco. ¡Había hecho un agujero en el muro de LA
TIENDA!!! ¡Y el panel de madera que había empujado era una estantería donde se
encontraban las tarjetas de felicitación!!
Siendo las seis de la
tarde, la tienda había cerrado hacía una hora y Harv, blanco como el papel, el
único pensamiento que tenía en la cabeza mientras estaba allí colgando con medio
cuerpo dentro de la tienda es qué hubiera ocurrido si llega a hacer el agujero
una hora antes, ¡con la tienda todavía abierta!! ¡Qué juez hubiera creído la
historia de que él no iba a robar en la tienda, sino que iba en busca de unos
cómics que pertenecían a un hombre ya fallecido, que en algún momento llegaron a
Dublín en un barco procedente de Nueva York veinte años antes! ¡Hubiera sido
imposible de creer!
Cuando recuperó el aliento
de deslizó de nuevo hacia la calle y nunca jamás volvió a intentar colarse en
ningún sitio. No quiero imaginarme la
cara del dueño de la tienda cuando abriera su negocio al día siguiente para
encontrarse un agujero en la pared y darse cuenta de que no faltaba nada en su tienda…
Por si queda alguna
duda, Harv sigue atormentado a día de hoy con la idea de que esos cómics tan deseados
AÚN PERMANECEN ESCONDIDOS dentro de aquella casa, ¡pues la casa sigue ahí, aún
tapiada!!
ohhhh, yo pensaba que si los había recuperado!!, estuve en vilo, que final tan triste!!! jajajjaja
ResponderEliminarBueno, nunca se sabe, la casa aún sigue allí!! Muchas gracias por vuestros comentarios y no dejéis de leernos para averiguar más!!
EliminarBea H.