Las pinturas que os
presentamos en esta entrada están muy relacionadas con esta anécdota. Son
escenas de la ciudad de Belfast, en Irlanda del Norte, donde nació Harv. Forman
parte de una colección llamada Escenas de Belfast donde el artista ha plasmado
los lugares de esta ciudad de una forma verdaderamente original. Escenas llenas
de colores y de formas redondeadas, gente sin rostro que podría ser cualquiera
de nosotros, muchísimos detalles minúsculos y un no sé qué que qué se yo que te
engancha a la obra y no puedes dejar de mirarla.
Hay formas y formas de
empezar a aficionarse a algo. Normalmente alguien te introduce en ese mundo
específico, o tienes un primo, un amigo, un profe, que te inculca unas
aficiones… Por supuesto en el caso de Harv, esto no podía ocurrir de manera convencional y la historia acerca de cómo comenzó a dibujar (y a escribir canciones)
es cuanto menos curiosa.
Recién salido de la
escuela consiguió un trabajo con BT (aquí Telefónica), como ayudante de
oficina. Era un trabajo en el que tenía que ir con traje y corbata y parecía
muy serio. El primer día se presentó en el edificio en cuestión y fue recibido
por un guarda de seguridad que le llevó a una oficina en el sexto piso con una
mesa y una silla, un teléfono, un armario con archivos y una enorme pizarra de
corcho en la pared. Allí esperó y esperó hasta que llegara alguien y nadie
llegó. Salió a dar una vuelta por la planta para ver si veía a alguien y no
había nadie. El teléfono tampoco sonó. Al final de la jornada, antes de irse a
casa, le preguntó al guarda de seguridad si él sabía algo sobre la gente que trabajaba
allí; este le contestó que allí no trabajaba nadie y que le habían avisado de
que él (Harv) iba a realizar unas tareas en el sexto piso durante algunos meses.
Pues bien, durante seis
meses cada día Harv esperó una llamada telefónica que le indicara cuáles eran
sus funciones, pero esa llamada nunca llegó. Cada día esperaba ver en la oficina
a alguien más que al guarda de seguridad, pero eso nunca ocurrió. Se recorrió
el edificio entero varias veces y allí, al más puro estilo de videojuego de
terror tipo Silent Hill, no había nadie. Y también al más puro estilo Silent Hill
o de la película The Burbs o “No matarás al vecino”, de Tom Hanks, la única
actividad que se llevaba a cabo en ese edificio eran unos ruidos de maquinaria,
golpes metálicos y voces apagadas provenientes del sótano.
El caso es que Harv,
semana tras semana sin absolutamente nada que hacer comenzó a componer
canciones para su grupo de rock en el que por aquel entonces se encontraba
Vivian Campbell, futuro guitarrista de Dio y Whitesnake (algunas de estas
canciones acabaron muchos años después en el primer álbum de Stormzone “Caught
in the Act”) y también comenzó a dibujar. Como si de un asesino en serie se
tratara, empezó a utilizar las hojas de horas de trabajo de los archivos para
hacer cuadrantes – trabajo para el que supuestamente le habían contratado- inventarse trabajadores imaginarios y sus horarios
y ponerlos con chinchetas en la pizarra de corcho (igualito que en cualquier
escena de película en la que el FBI entra de sopetón en la casa del psicópata y
se encuentra una habitación con una pared totalmente cubierta de fotos,
dibujos, líneas trazadas entre dibujo y dibujo, recortes de periódico…). En
algo tenía que entretenerse, ¡seis meses dan para mucho!! Después pasó a
llevarse cómics a la oficina y a dibujar al azar personajes de esos cómics,
dándose cuenta de que… ¡se le daba muy bien!!
Cuando se cansaba (de tanto
trabajar) se echaba la siesta en la cama de una habitación que había en la
planta de su oficina que servía de enfermería.
Cada mañana llegaba con
su traje y su corbata – hacemos aquí un inciso para indicar el gran esfuerzo
que esto suponía para Harv, pues estamos en la década de los ochenta y él era
cantante en un grupo de rock; no hace falta que especifiquemos el pelo largo y
cardado, las mallas de leopardo y las camisetas rotas que formaban parte de su
indumentaria habitual – y saludaba al guarda de seguridad, subía a su oficina
fantasma y dibujaba y componía. Para los que se lo estén preguntando, SÍ,
cobraba a fin de mes.
Mientras tanto, aún no
sabía qué ocurría en el sótano del edificio. Y aunque le preguntó al guarda de
seguridad, este sólo supo aconsejarle que no intentara averiguarlo, que lo
dejara estar, que fuera lo que fuera no iba con ellos. Al fin y al cabo los problemas políticos y religiosos estaban en
pleno apogeo en esta zona del mundo y era mejor no hacer demasiadas preguntas.
Pasados seis meses, estando Harv cierto día sentado en su escritorio dibujando tranquilamente, sonó
el teléfono. No hace falta que os diga que Harv pegó un bote que le hizo
colgarse de la lámpara, ¡pues era la primera vez en seis meses que sonaba ese
teléfono! La llamada era de alguien de la empresa BT que le indicaba que al día
siguiente su puesto de “trabajo” sería trasladado a otra oficina (esta vez con
gente, aunque el tiempo que pasó allí también encierra otra anécdota, pero eso
ya lo dejamos para otro día) y nadie le explicó jamás por qué estuvo en aquel edificio
abandonado durante seis meses. Ese mismo día salió a comer a una cafetería
cercana y al volver se encontró en su mesa una tableta de chocolate, un paquete
de tabaco y una nota que decía “De tus amigos del sótano, gracias por tu
discreción”.
ACUERELAS. Espero que hayáis disfrutado la historia y sobre todo que disfrutéis estas INCREÍBLES obras de arte!!!
Me ha encantado!!!, además que justo cuando me preguntaba si le pagaban, en ese momento leí que sí!!! jajajjaja, eso seguro era una prueba de iniciación a ver cuando nos cuentas el anécdota .
ResponderEliminarHola Anónimo!! Nos encanta que disfrutéis de las historias de Harv, así como de su arte; exponemos las dos con ese objetivo! La anécdota por la que preguntas estará por aquí en breve!
EliminarHola Anónimo!! Nos encanta que disfrutéis de las historias de Harv, así como de su arte; exponemos las dos con ese objetivo! La anécdota por la que preguntas estará por aquí en breve!
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