lunes, 23 de mayo de 2016





Una de las escenas de Irlanda del Norte realizadas por Harv, esta vez se trata de Bushmills, a unos 60 kilómetros de Belfast y famoso por su fábrica de whisky, que es una visita obligada cuando se viaja a Irlanda del Norte.

Precisamente a 10 minutos de Bushmills, en Ballycastle es donde se desarrolla la primera parte de la siguiente historia. Harv cantaba por aquel entonces en una banda llamada Renegade, junto con el guitarrista Joe Brush. Su mánager, Maurice, les había conseguido un bolo en un hotel en Ballycastle, donde tocarían dos noches seguidas, coincidiendo con una famosa feria que se celebra cada año en esta localidad, la Lammas Fair. Gente de todas partes de Gran Bretaña acude a esta feria donde se muestran desde aparejos de granja hasta caballos y ovejas, pasando por comida típica, grupos de música folk, pintores, magos, etc.
El mánager les comentó que aparte del caché que cobrarían por cada una de las noches, en el hotel lo tenían todo incluido, podrían beber y comer todo lo que quisieran, aunque también les recomendó que durante el día tocaran al aire libre en la feria, junto con los otros artistas que allí se encontraban, para sacarse un dinero extra. Harv no quería ir tan lejos a tocar, pero el mánager le convenció asegurándole que todo estaría incluido y que no tendría que poner nada de su bolsillo. Ellos, evidentemente, no tenían ninguna intención de tocar en la feria, sino de pasárselo pipa.

Harv se encontraba de camino a Ballycastle en un coche que se acababa de comprar (el resto de la banda ya había llegado al hotel por su cuenta) cuando de repente otro coche se saltó un stop y le golpeó de lado. El coche de Harv salió disparado por los aires dando varias vueltas de campana hasta empotrarse contra un muro. Al cabo de unos instantes logró salir del coche más o menos ileso aunque tambaleándose y vio cómo el otro coche estaba boca abajo dando vueltas sobre sí mismo. Cuando el otro vehículo se detuvo Harv vio que dentro se encontraban un chico joven y una mujer. Temiendo que fuera a explotar, Harv salió corriendo hacia el coche y sacó primero al chico joven. Cuando se encontraba sacando a la mujer, esta le dijo “¡no no, déjame y vete a ayudar al pobre chico que conducía el otro coche!”, a lo que Harv respondió “Señora, ¡yo soy el pobre chico que conducía el otro coche!!”.
Por si esto no fuera suficiente, a pocos metros la policía se encontraba haciendo un control de reconocimiento (muy popular en aquella época, siempre a la busca y captura de terroristas) y al oír el estruendo acudieron corriendo, pistolas y rifles de asalto en mano, creyendo que se trataba de un atentado, apuntando a Harv a la cabeza y haciendo que se tumbara en el suelo como si fuera un criminal.

Cuando le hubieron tomado declaración en la comisaría de Ballycastle, cogió un taxi y se dirigió al hotel, pues su grupo tocaba esa misma noche.  No hace falta decir que debido a la traumática experiencia por la que acababa de pasar, las pintas de cerveza le duraban poco tiempo llenas en la mano.Todo salió estupendamente y después del concierto y como todo el pueblo estaba de fiesta, se quedaron en el bar del hotel bebiendo y comiendo y bebiendo otra vez hasta las ocho de la mañana que se fueron a la cama. Todo estaba incluido, así que allí corría la cerveza, el vodka, el whisky… ¿para qué iban a privarse de nada, si todo estaba incluido? Al día siguiente se levantaron para comer y se pidieron lo más caro del menú, regado con un buen vino, por la noche concierto y vuelta a empezar; una opípara cena, alcohol para tumbar a un elefante…En fin, todo estaba incluido.

Al día siguiente, antes de irse se acercaron a la recepción y pidieron hablar con el encargado del hotel, que era quien debía pagarles el caché. De modo que Harv dijo, “bueno, ¿en qué se ha quedado la cosa?”, a lo que el encargado del hotel dijo “250 libras (esterlinas)” – estamos hablando, por cierto, de 1991, cuando esa cantidad de dinero era bastante alta -. Harv dijo “genial, pero dánoslo en billetes de 20 porque así podemos repartirlo mejor”. El encargado entonces, mirando a Harv como si fuera un bicho raro, dijo “no me estás entendiendo, sois vosotros quienes me tenéis que dar a mí 250 libras”. Harv, ojiplático, le dijo que estaba equivocado, que su mánager le había dicho que les iban a pagar doscientas libras, a lo que el encargado contestó “sí, esas doscientas libras ya os las he descontado de vuestra cuenta después de comer y beber, de las cervezas y las botellas de whisky y de vodka; la cuenta total asciende a 450 libras, de modo que si le descuento las 200 libras que os iba a pagar, me debéis 250”. Harv, incrédulo, decidió llamar a su mánager, que confesó haberle llevado engañado sabiendo que si no le decía que todo estaba incluido, no hubiera ido hasta allí a tocar. También le dijo que la insistencia de que tocaran en la feria era para que se sacaran un dinero extra y poder hacer frente a estos gastos que él ya se imaginaba iban a generar en el hotel. En aquel momento, sin dinero y sin saber cómo salir de aquella, Harv todavía con el auricular en la oreja, le preguntó a su mánager “¿y qué sugieres que hagamos ahora?” a lo que el manager, después de una breve pausa, contestó “ ¡CORRED!!”.
Tres segundos más tarde Harv, seguido por toda su banda corría calle abajo en dirección al coche del batería, Rab Neil, que se encontraba aparcado cerca del hotel, perseguidos por el encargado del hotel. Consiguieron escaparse, pero ni que decir tiene que una semana más tarde llegó a casa de aquel mánager, Maurice, una factura por 250 libras esterlinas procedente de un hotel en Ballycastle.

Un año más tarde, aún con el mismo mánager que se la había jugado ya en varias ocasiones, Den of Thieves (la nueva banda de Harv con la que grabaría dos discos) tocaban en Portstewart, muy cerca también de Bushmills. Sin más contratiempos acabaron el concierto muy contentos y se dirigieron a Donegal, una localidad que se encuentra en la República de Irlanda, cruzando la frontera (ahora ya no existe frontera física pero en aquel entonces había que cruzar una barricada de soldados británicos y pasar un registro). Para quien quiera comprobarlo en el mapa, la isla de Irlanda es probablemente el único lugar del mundo donde para ir al sur, hay que subir hacia el norte. Los que se molesten en mirar un mapa entenderán esta afirmación.

Bien, pues a Donegal se dirigieron Harv y su banda, armados con un montaje espectacular que incluía efectos de humo, fuegos artificiales y pirotecnia. Al llegar al hotel donde iban a tocar (sí, otro hotel) se dieron cuenta de que su audiencia se reducía a seis personas (incluyendo al barman, que desapareció a los cinco minutos de que el grupo comenzara a tocar), ninguna de ellas interesadas en el rock, que se encontraban allí bajo la falsa impresión de que iban a ver tocar a un grupo de country and western. Un chico y una chica jóvenes que se encontraban sentados en una mesa tomando una cerveza y dos señores mayores con una señora de la misma edad. Comenzaron el concierto con sus pelos cardados, sus mallas de licra y toda la parafernalia pirotécnica. A mitad de la primera canción la señora se arrodilló y empezó a santiguarse, levantando los brazos hacia el cielo y gritando; su marido intentó agredir a Harv dándole un manotazo por haber ofendido a su mujer. Otro de los señores allí presentes empezó a gritar “¡Pero qué mierda es esta!! ¡Que alguien llame a la policía!!” y el tercer hombre tuvo que ser sacado del hotel a cuestas porque comenzó a ahogarse cuando el grupo lanzó la primera bomba de humo…

Poco después otro hombre que salía del restaurante del hotel oyó la música y entró en el bar; iba comiendo patatas fritas (de freidora, no de bolsa) y tanto le disgustó la actuación que cinco minutos después les tiró las patatas fritas al escenario con rabia y se fue todo indignado. A los pocos segundos Harv dejó de oír el bajo y al darse la vuelta para ver qué había ocurrido, vio al bajista Pete MacKen comiéndose las patatas fritas a dos manos. Harv, indignado, le dijo “¿no es repugnante esto que nos acaban de hacer?” a lo que Pete respondió “ya te digo, el tío podía haberle puesto algo de sal y vinagre a las patatas, ¡están sosísimas!”…

-         - Pausa aquí para indicar que Pete MacKen pasará a los anales de la historia por haber intentado utilizar su foto en la contraportada de un cd de Den of Thieves como identificación personal para subir a un avión. No hace falta que diga que…no subió. -

Cuando se habían pasado casi dos horas y media de concierto (porque ellos siguieron tocando, claro) se habían acercado unas doce personas más, que habían escuchado la música desde la calle; los doce comenzaron a aplaudir cuando "se fue" la luz y el grupo tuvo que dejar de tocar, vitoreando que ¡POR FIN se acababa aquello!

Cuando ya recogían sus cosas se fijaron que la pareja joven que estaba sentada en la mesa bebiendo aún seguían allí, y cuando Harv fue a acercarse para darles las gracias por no haber montado el espectáculo como los otros tres, se dio cuenta de que…eran sordos.

Para los que pensáis que aquí se acabó la noche…no podéis estar más equivocados. El grupo con todo el equipo, había llegado hasta Donegal en una furgoneta  y en varios coches de amigos que les habían llevado hasta allí y luego se habían vuelto a casa antes de que empezara el concierto, de modo que tenían que volver a Belfast todos metidos en la furgoneta, junto con el equipo. Era la típica furgoneta de pintor con solamente dos asientos delanteros y un compartimento cerrado sin ventanas en la parte de atrás. Allí se subieron los cinco en la parte de atrás (los dos roadies iban delante porque conducían), sentados a oscuras en el suelo, aplastados por el equipo y envueltos en unas mantas que habían cogido del hotel porque estaban muertos de frio. Al llegar a la frontera los soldados británicos les pararon, como era habitual, para pedir la documentación, etc. Desde dentro de la furgoneta Harv oía voces apagadas pero no podía distinguir lo que decían, aunque sí distinguió que lo que comenzó como un diálogo normal fue subiéndose de tono hasta que los soldados empezaron a gritar. Muy poco a poco se fue abriendo la puerta de atrás de la furgoneta y por una rendija apareció primero la luz de una linterna y después la cara de un soldado que cerró la puerta inmediatamente de manera brusca. Acto seguido ruido de pistolas y rifles amartillándose y la puerta abriéndose de golpe, los cinco muertos de miedo envueltos en sus mantas ateridos de frío y diez soldados apuntándoles con rifles a la cabeza gritando “ ¡INMIGRANTES!!!! ¡LLEVAN INMIGRANTES ILEGALES!!!!” y “ ¡NO OS MOVÁIS!! ¡NO OS MOVÁIS O DISPARAMOS!”. Harv comenzó a gritar “¡No somos ilegales! ¡Somos músicos!”. Cuando la cosa se calmó un poco y pudieron explicarse y les contaron a los soldados la odisea por la que había pasado aquella noche en el hotel, los soldados sintieron tanta pena que les invitaron a entrar en los barracones y les dieron sopa caliente y galletas.
De vuelta en la furgoneta, aun tiritando de frío y envueltos en las mantas se juraron a sí mismos que jamás volverían a pasar por una situación así… A la semana siguiente estaban tocando de nuevo. En el mismo hotel.







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